Tijuana, B. C., 5 de febrero de 2017 (GT).- El Comité Internacional para la Recuperación de la Vaquita Marina alertó hace unos días que ya solo quedan 30 ejemplares de esta especie en vida silvestre, porque la población se redujo 90 por ciento en los últimos 5 años, de manera que urge articular políticas públicas y todos los recursos al alcance para salvarla.
Así lo enfatizó José Carmelo Zavala Álvarez, director del Centro de Innovación y Gestión Ambiental (CIGA), recordando que el éxito del cultivo y repoblamiento de totoaba en el Alto Golfo de California, mismo ecosistema de la vaquita, trajo un daño colateral, pues alentó la pesca con redes, ilegal y clandestina, donde la vaquita queda atrapada y muere por asfixia.
Zavala Álvarez consideró que una opción inteligente sería poner a las totoabas en Unidades de Manejo y Aprovechamiento de la Vida Silvestre (Umas), un semicautiverio, porque si se buscara atrapar a las vaquitas y ponerlas en cautiverio las posibilidades de éxito serían muy remotas.
El ambientalista recordó que el Comité Internacional para la Recuperación de la Vaquita Marina ha informado que la causa principal de muerte de la vaquita, por la que tan solo entre 2015 y 2016 se ha perdido el 49 por ciento de su población, es la captura incidental en redes de malla que son empleadas para la pesca de totoaba con fines comerciales.
Añadió que todo esto reconfirma que la pesca de totoaba aún ocurre en la zona, pese a que existe una prohibición de pesca con redes de este tipo, de manera que en la estrategia impulsada por la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat) ha faltado una visión integral de este ecosistema que comparten la totoaba y la vaquita.
“Falta mucho mayor esfuerzo para articular políticas públicas, que en ocasiones son hasta contradictorias y hacen no solo ineficientes estas tareas de protección, sino que representan un derroche de recursos públicos; la coordinación de esfuerzos liderada por la Semarnat no es suficiente para salvar a la vaquita marina”, remarcó.
El director del CIGA comentó que un amigo biólogo, Sergio Pérez, apasionado estudioso de la vaquita desde los años setenta, le explicó que esta especie ya no tenía remedio, pues con cálculos lógicos desde su experto conocimiento biológico de la vaquita le advirtió que la población estaba en un declive definitivo y que el punto de no retorno ya estaba rebasado.
“Nunca pude convencerlo de las posibilidades de éxito de los mil 300 millones de pesos que la Semarnat invertiría para el rescate; me explicó que la variabilidad genética era muy baja por lo reducido de la población, que solo 20% de la población estaba en edad reproductiva y solo 30% de los apareamientos era exitoso, además de que la gestación tomaba dos años y había un promedio de 50% de sobrevivencia de las crías, por lo que la extinción ya no podía detenerse”, recordó.
Cómo duele, agregó Zavala Álvarez, reconocer la razón científica del biólogo Sergio Pérez, su pronóstico de hace ya varios años se cumple e incluso nos adelanta que la vida y reproducción en cautiverio de la vaquita será un fracaso, pero que se tiene que intentar, porque no hay otra opción y lo dice él, que en su juventud alcanzó a degustar una de estas especies, llamadas así porque el sabor de su carne es muy semejante al de las vacas.
Hoy se reconoce, añadió, que la pesca de totoaba es causa del acelerado declive y muerte de la vaquita, porque primero se gastan recursos de vigilancia para hacer cumplir la prohibición de pesca de totoaba, que también está en peligro de extinción, pero la misma Semarnat incentivó su pesca, repoblando con esta especie el mismo hábitat de la vaquita.
“Es triste el anuncio de hace unos días, porque entonces los mil 300 millones de pesos invertidos en dos años solo han servido para llevar un conteo de muerte, pasando de 100 ejemplares a 60 y luego a 30; la Semarnat fracasó, pese a que este rescate fue una orden del presidente Enrique Peña Nieto en abril de 2015 y ahora urge articular políticas”, finalizó.