Por Francisco Ruiz
Tijuana BC 26 de octubre de 2016 (GT).- En ocasiones es difícil expresar nuestro sentir sin que se desborden las pasiones, sin embargo es preciso serenar los ánimos para hallar la luz en medio de las penumbras del sobresalto, por ello siempre es bueno desahogar nuestros pesares y frustraciones en lo particular para encontrar las soluciones en lo colectivo.
Justamente en uno de esos ejercicios de catarsis fue cuando dilucidé que en realidad mis síntomas no correspondían a la enfermedad por todos conocida como “hartazgo político”, sino que más bien responden a la “decepción ciudadana”.
Para lograr una mejor comprensión me permito definir este concepto con base al material que me proporciona el muy conocido pero poco consultado “tumbaburros”, concluyendo que la decepción no es más que ese pesar que emana el ser humano cuando pierde la esperanza.
La gran decepción viene acompañada por la indiferencia y la apatía, males muy difíciles de erradicar pero por fortuna contamos con una vacuna, que dicho sea de paso, en estos tiempos escasea al por mayor.
Esa vacuna está compuesta por dosis bien equilibradas de trabajo, honestidad, el conocimiento de causa, de un sólido criterio, vocación de servicio, disciplina y voluntad. Por suerte, este remedio es autoaplicable.
Bajo la premisa: “La renovación moral es una demanda efectiva de la sociedad”, Miguel de la Madrid Hurtado abanderó su campaña presidencial en 1982. A treinta y cuatro años de distancia de ese proceso electoral, el mensaje se encuentra vigente siendo aclamado por la mayoría de las voces de Baja California.
Urge la renovación moral de la política, urge sangre nueva, debemos de trabajar en ideas políticas que rejuvenezcan al Baja California en que vivimos pero con honor, una palabra que hace tiempo las nuevas generaciones mantienen en desuso.
El honor amerita esmero, cumplimiento de los propios deberes, honestidad, recato, congruencia; una reputación surgida de acciones virtuosas que trascienden el nombre, el partido y el gobierno; una buena opinión granjeada por verdaderos actos decorosos que distinguen al líder del tirano y no con simulaciones que no tienen más sustento que vacías fotografías que aparentan una realidad que solo existe en la vulgar obsesión de quien reprime su ego temporalmente a cambio de un poder aislado a las demandas reales y, por supuesto, ajeno a la altura que merece nuestra sociedad.
Francisco.RuHe@gmail.com
@FcoRuHe
*El autor es docente universitario y cofundador del Instituto Otero y Mestas.