Por: Gilberto LAVENANT
Tijuana BC 6 de marzo de 2016 (GT).- Cada día, la política se asemeja más a la farándula. El negocio del espectáculo. En donde son más destacados los hombres y mujeres ligadas al “showbisnes”, que los activistas sociales.
La política ha perdido, lo que pudo haber tenido de seriedad. Gran culpa de esto, la tienen los dirigentes partidistas, carentes de formación ideológica, que no han sabido interpretar o entender los reclamos sociales.
El abstencionismo, o sea el desinterés de los electores para acudir a las urnas, a votar para renovar a quienes ostentan cargos de elección popular, es el resultado o efecto de la decepción de los ciudadanos en los políticos.
Esto es un círculo vicioso, que atañe a todos los partidos políticos. Los supuestos “mejores” hombres y mujeres, finalmente han resultado ser frívolos y mano largas, además de ineptos.
El concepto de “político”, está muy devaluado o depreciado. No llegan a los cargos públicos, personajes virtuosos, sino los peores ejemplares de la clase humana.
Claro, el sistema lo permite. Las leyes son hechas por políticos y son estos los que las aplican, de tal forma que aplican “manga ancha” en la función pública y criterios sumamente relajados y “generosos”, cuando se trate de juzgarlos.
Esto permite que prolifere la corrupción y que cada día se fortalezca la impunidad. Los pillos hacen de la suya, porque otros pillos los protegen y tratan de no fincarles responsabilidades. Por aquello de que “perro no come perro”.
De esta amarga experiencia, es que han surgido los reclamos de abrir espacios a los ciudadanos, a los que no tengan ligas o compromiso alguno con partidos políticos, suponiendo, ingenuamente, que estos serán mejores gobernantes, que los políticos tradicionales.
De ahí pues los llamados “candidatos independientes”. Que si bien es cierto, al momento de participar en una contienda, lo hacen sin estar avalados o tutelados por un partido político, de alguna manera han estado ligados a estos, de tal forma que más que independientes, se les ubica en la categoría de “políticos reciclados”.
Muchos de ellos, aprovechando las circunstancias, han logrado superar la primera fase de dicho procedimiento, reuniendo el total de firmas de apoyo ciudadano, que exige la legislación electoral. Pero esto, no es para que canten victoria.
No es lo mismo, acudir a sus domicilios, o en plena calle, a solicitar su firma y copia de credencial electoral, para hacer constar su supuesto apoyo, a que el día de los comicios, hagan el esfuerzo de acudir a las urnas a votar por tal o cual candidato.
El hartazgo contra los políticos, no siempre se traduce en beneplácito por la aparición de los sin partido, o independientes. Principalmente, porque no hay nada que haga constar que se trata de individuos, hombres y mujeres, honestos y capaces.
De cualquier forma, los dirigentes de los partidos políticos, están adoptando una estrategia equivocada para combatir el fenómeno de los sin partido, convirtiendo la política en una actividad farandulera.
Tratan de sustituir o cubrir la falta de elementos carismáticos y activistas sociales, con gente del espectáculo, bajo el supuesto de que son bastante conocidos. Locutores, conductores, periodistas, artistas, comediantes, luchadores.
A eso, en el rancho se le conoce como dar “gato por liebre”. Los ciudadanos reclaman personas capaces y honestas, no que sean famosas o fotogénicas.
Esa es la verdadera intención u objetivo, de los candidatos ciudadanos. Que se trate de individuos ajenos a los partidos políticos y por lo tanto, supuestamente, no contaminados de corrupción, como los políticos tradicionales.
Las dirigencias partidistas, mañosamente tratan de engañar a los ciudadanos, proponiendo como candidatos a personas conocidas, aunque no experimentadas en cuestiones políticas.
Los personajes de la farándula, de alguna manera llegan a tener contacto con el público en general, como conductores, locutores o animadores, que ocasionalmente hacen alguna crítica a los políticos o gobernantes, para lograr o mantener “raiting” o popularidad.
Esto es un recurso deshonesto y mentiroso, porque les presentan, como candidatos, a personajes conocidos, pero no precisamente sensibles ante la problemática social.
Cabe observar que hasta los militantes de los partidos políticos que están recurriendo a esta práctica, se molestan, porque son desplazados por los faranduleros, que carecen de trayectoria de servicio social.
Pero en fin, cada día se aplica con mayor amplitud aquello de que la política es circo, maroma y teatro.
Los faranduleros, por su parte, se dejan querer y aprovechan la oportunidad, lo mejor posible. La política les representa una oportunidad para agarrar chamba, sencilla y bien pagada. Tontos, no son.