Por : Gilberto LAVENANT
Tijuana BC 8 de febrero de 2016 (GT).- Dicen que “panza llena, corazón contento”. Es importante recordar esto, para advertir y observar que la crisis económica que se afronta, definitivamente, opacará el presente proceso electoral.
Esto no es nuevo. Al grado de que los políticos, en pasadas campañas, agregaban o utilizaban como slogan de campaña, que votaran “para que vivan mejor”.
Y quizás hubo quienes votaron, atendiendo esa invitación o sugestionados por la proclama. Igualito que eso de que “el puebo manda”, pero cuyos mandatos no se escuchan y por lo tanto no se atienden.
Así es esto de la política. Guiados por aquello de que “el prometer no empobrece”, en tiempos de campaña los políticos son prometedores en exceso. Aparentan ser extremadamente generosos, atentos, receptivos.
Una vez que que llegan a los cargos públicos, se transforman. Se hacen sordos, ciegos, necios, codos.
Decepcionados, después de tantos años de escuchar promesas que nunca se cumplen, más los efectos de la crisis económica, en lo que menos piensan los ciudadanos, es en la política.
Incluso, hay un tema que ya tiene hartos a los ciudadanos. La posibilidad de cambios de actitud en el gobierno. Lo han prometido tantas veces, sin que se les observe el mínimo intento por cambiar las cosas, que resulta difícil creer que sean sinceros y honestos.
Después de los comicios presidenciales del 2000, en que arribó el foxismo, hoy los mexicanos pueden decir, con toda seguridad, que “tan malo es el pinto, como el colorado”.
En este proceso electoral, numerosos individuos, hombres y mujeres, recorrerán las calles y tocarán puertas, dizque para solicitar el voto. Les hablarán de formas diversas de gobernar, de acitudes diversas que prometen adoptar, en caso de triunfar en los comicios.
Casi igual que los religiosos, que van por ahí prometiendo un mundo nuevo, que nunca llega.
Durante el pasado proceso electoral del 2015, el descontento, la decepción de los electores en los políticos, se reflejó en un altísimo nivel de abstencionismo en las urnas. Si acaso el 30% de los electores, acudieron a emitir su voto.
Varios de los que participaron en las elecciones intermedias del año pasado, necios que son, volverán a contender. Han de suponer que ahora correrán con mejor suerte. Como si la política fuese una cuestión de suerte.
Otros, sin una trayectoria importante, se aventuran, pensando que los electores les van a beneficiar, tan solo porque han aparecido insistentemente en las redes sociales, repartiendo cobijas o despensas a grupos vulnerables.
En su mayoría, simples monigotes, sonrientes, falsos, simuladores, dispuestos a posar para la foto.
Pero en tiempos de crisis, todo eso no funciona. ¿cómo creer promesas, que muchos han hecho y que nunca han cumplido?
¿Cómo creer que estos que, como candidatos, pedirán el voto ciudadano, sí serán honestos? Que regresarán a la colonia, luego de los comicios de junio próximo. Si los que participaron en comicios pasados, nunca volvieron.
Como en el pasado, pero hoy más que nunca, los políticos tendrán que basar su posible triunfo, en el voto duro de sus respectivos partidos.
Algunos de ellos, sufrirán en carne propia el repudio hacia sus partidos políticos. Pagarán “los platos rotos”, por muchos otros que llegaron, prometieron y nunca cumplieron.
Bueno, ni siquiera los llamados candidatos ciudadanos, motivarán a los electores. Ninguno de ellos tiene el carisma que aliente, ni la experiencia que garantice buenos resultados.
Independientemente de las múltiples trabas, a los llamados independientes les ganó la soberbia y se fraccionaron. No entendieron nunca aquello de que “la unión hace la fuerza”. Cada quien jaló para su lado. Para beneplácito de los políticos tadicionales.
De nada sirvió que usurparan la condición de “independientes”, políticos reciclados, que dieron sus primeros pasos en los partidos políticos y que ahora proclaman la independencia, porque ya no encontraron espacio en las organizaciones políticas en las que militaron o pretendieron militar.
Ante las desalentadoras perspectivas económicas internacionales, quienes pretendan hacer carrera política, deben entender y atender las necesidades de las clases vulnerables. De otra manera, están destinados al fracaso.