Por Francisco Ruiz
Tijuana, B. C. 21 de septiembre de 2017 (GT).- Por fortuna, mi esposa y yo regresamos de nuestro viaje en la Ciudad de México el lunes pasado por la madrugada. Justo un día después, veíamos imágenes que causaron en nosotros un gran impacto pues gran parte de los edificios y plazas públicas que visitamos, se encontraban en ruinas; mientras las calles sobre las cuales transitamos, hoy están cubiertas por cadáveres, personas heridas y escombros.
Infortunadamente, el martes 19 de septiembre no se registró la misma particularidad, ya que aún tratándose de una menor intensidad, el efecto trepidatorio del temblor fue catastrófico. Apenas un par de horas antes de ello, sonaron las sirenas que homenajeaban a los caídos del ´85 mediante un simulacro de sismo. De nuevo se escucharon, esta vez anunciaban el cataclismo fue tan real que ha cobrado incalculables víctimas y destrozos.
Digno de reconocer es la labor en materia de Protección Civil que se ha ejercido a lo largo de estos años, prueba de ello fue el sismo que se vivió el 7 de septiembre pasado, especialmente en Juchitán, Oaxaca; mientras la capital de la República registró un “saldo blanco”, producto de su constante capacitación preventiva. Asimismo, debo destacar el liderazgo del Presidente Peña, quien ha respondido estoicamente a su encargo. Su determinación, sin duda alguna, contribuye en mucho a las labores de rescate y recuperación. Políticamente, esta situación representa una gran oportunidad para que el primer priista del país se redima ante la sociedad, aun y cuando Mancera haga berrinche porque le faltan los reflectores.
LO MALO, LO BUENO Y LO VERGONZOSO. El siniestro ocurrido esta semana es una desgracia per sé, deja consecuencias sumamente lamentables. Sin embargo, la inestimable generosidad del pueblo mexicano, su bondad hacia los damnificados y la solidaridad internacional conforta notablemente a México entero.
Por desgracia, al igual que los adultos, jóvenes con expresas aspiraciones políticas atentan contra la intención genuina de la comunidad, buscando “llevar agua para su molino”; incluyendo a quienes se dicen correligionarios de Enrique Peña Nieto. Demasiados son las personas que desdeñan la instrucción que el Primer Mandatario giró para NO lucrar con la ayuda que se brinda. Por el contrario, en Baja California abundan nombres de quienes vergonzosamente capitalizan la mala fortuna de los afectados e insensiblemente publican el “apoyo” que “desinteresadamente” ofrecen. Con ello dejan de manifiesto su excesiva megalomanía, vulgar ambición mediática e inmadurez política. Tal parece que promueven el descrédito del oficio político y causar mucha, pero mucha, pena ajena. No está de más agradecer la colaboración de políticos con legítimas intenciones.
PS.- “No cabe duda que la CDMX te quiere como tu a ella, tanto que esperó a que partieras para sacudirse violentamente”, la voz de un gran amigo.
* El autor es docente, analista y asesor político. Contacto: francisco.ruhe@gmail.com