Por : Gilberto LAVENANT
Tijuana 29 de diciembre de 2015 (GT).-Uno de los temas más álgidos, a fines del 2014, fue el que el Organo Superior de Fiscalización del Congreso del Estado, haya descubierto que la Universidad Autónoma de Baja California había invertido recursos públicos en la bolsa de valores.
Parecía un absurdo, que siendo difícil la situación financiera de la Máxima Casa de Estudios de la entidad, los directivos de la misma, tuvieran la audacia de invertir sus recursos en la Bolsa de Valores, en donde lo mismo se gana, pero también sepierde.
La información idicaba que esto no era nuevo. Que desde admistraciones atrás, era una costumbre que la UABC invirtiera sus recursos disponibles, en la Bolsa de Valores. Incluso, que había sufrido pérdidas.
El entonces Rector, Felipe Cuamea Velázuez, quien llegó a dicho cargo en un accidentado proceso, empezó a sentir que desde la legislatura estatal, le querían pisar los talones. Ya se sentía en el banquillo de los acusados.
Pero se defendió “como gato bocarriba”. Al grado de que, alarmado, covocó de manera extraordinaria al Consejo Universitario, haciendo un llamado a defender la autonomía universitaria.
Haciendo valer aquello de que “el león cree que todos son de su condición” y obviamnte sabiendo como se la gastan los políticos, advirtió que la UABC era un excelente botín y que muchos quisieran meterse hasta la cocina.
En ningún momento reconoció, que en realidad estaba tratando de “salvar su pellejo”. Que estaba dispuesto a hacer cualquier cosa, para evitar que le fincaran resposabilidades.
Era la primera vez, que se daba un enfrentamiento tan abierto, entre el poder legislativo y la autoridad de la UABC. Y parecía que era inevitable que el Rector llegara a parar tras las rejas.
Además, estaba en proceso la designación del nuevo Rector, Juan Manuel Ocegueda. Parecía que Cuamea, saldría por la puerta posterior de la UABC.
En tanto que el Rector rehuía a los medios, el Presidente de la Comisión de Fiscalización del Gasto Público, el diputado Rodofo Olimpo Hernández, confirmaba y ampliaba el hallazgo. Como quien dice, le echaba más leña a la hoguera.
Aparentemente, la situación era irreconciliable.
Sobre todo, porque los diputados trataban de dejar bien claro, que ellos estaban facultados para meter las manos a las finanzas universitarias y urgar en la administración de Cuamea.
Por eso, trataron de acorralarlo. Lo citaban para que compareciera al recinto legislativo, este les contestaba afirmativamente, pero a la hora de la hora los dejaba plantados.
Las evidencias indicaban que esto subiría de tono, pues era solo el principio. Había mucho que rascarle.
Cada día, se hacía mayor el escándalo. Era la “commidilla” de todos los días.
Lo único que le faltaba a la UABC. Unos 60 mil alumnos, una planta laboral de 5 mil personas y un presupuesto anual de aproximadamente 5 mil millones de pesos. Este tipo de situaciones, definitivamente generarían desconfianza entre los bajacalifornianos.
La verdad es que nunca estuvo a discusión la autonomía universitaria. La libertad de catedra. Lo único que se discutía era el turbio o frívolo manejo de los recursos universitarios.
Dicen que el que nada debe, nada teme. En este asunto, muchos temían, porque sabían que habían hecho mal. El Patronato unversitario tuvo que salir al quite y asumir la responsabilidad por el destino de los recursos de la UABC. Nadie les creyó, cuando señalaron que tenían facultades para invertir en la Casa de Bolsa. Lo cierto es que lo podían hacer, pero en instrumentos sin riesgo, no en aquellos que implicaban especulación.
Total, pasó el tiempo y el asunto se fue enfriando. Los legisladores entendieron que icluso para ellos tendría un alto costo político, seguir enfrentando a la autoridad universitaria. Que tarde que temprano tendrían que proceder en contra de Cuamea.
Al fin se calmaron los ánimos, Cuamea acudió como visitante a la legislatura estatal. Y no pasó nada.
Los legisladores, por su parte, hicieron a un lado el tema. Ambas partes se olvidaron de andar “midiendo fuerzas”.
Un año después, al asunto de los irregulares manejos de recursos universitarios, ya le dieron carpetazo.
Este es un método utilizado comunmente en el sistema político mexicano, para guardar o mantener en reserva, un asunto escabroso.
Cuamea concluyó su gestión en la rectoría universitaria y se retiró, dejando atrás la bronca que generó su cuestionada actuación. Al final, salió más político, que los políticos.
Para su fortuna, el método del carpetazo, le salvó la situación. Pudo haber pasado varios años tras las rejas, pero en México todo es posible.
Hasta hacer mal uso de los recursos públicos, sin sufrir las coseuencias de ello.
Quizás Cuamea catafixió a los diputados, las posibles sanciones, que podrían aplicarle, por títulos profesionales. Podría ser.