Por: Lic. Wilfrido Ruiz Sainz
Tijuana BC 26 de marzo de 2015 (GT).-La confianza del ciudadano en nuestro gobierno, se ha visto mermada, disminuida, devaluada y estropeada. Me parece que la confianza del ciudadano mexicano se ha menguado a tal grado, de que existe un lamentable escepticismo y desconfianza en la rectitud y actuación de la autoridad, que paulatinamente y ante la debilidad del tejido social, pierde fuerza ante la criminalidad. El estado de derecho, se encuentra en un estado de descomposición. Todos los días, los ciudadanos amanecemos con noticias tristes, graves y escandalosas, que involucran actos de corrupción de las autoridades, inseguridad, desigualdad social, actos de impunidad y de violencia perniciosa, que afecta nuestra esfera jurídica y nuestra paz social.
En las actuales circunstancias de zozobra y miedo que vive el país, resulta complicado Mover a México por el camino de la concordia nacional. No hay lugar para la incertidumbre. La sociedad mexicana está lastimada, está desgarrada. Al analizar objetivamente el estado de cosas que guarda el país, arribamos a la conclusión de que existe un divorcio entre los ciudadanos y los gobernantes. La clase política privilegiada, que postulan los partidos, se enriquecen en agravio de 49 millones de pobres. Ejercen un monopolio del poder, que lo explotan hereditariamente creando un sistema de partidocracia. Los partidos políticos ya no representan genuinamente los intereses del ciudadano. Existe una desconfianza galopante en el comportamiento de la mayor parte de los gobernantes. Es notable la falta de honestidad, transparencia y rendición de cuentas. Ingresan pobres al negocio de la política y salen ricos. Los partidos políticos y sus candidatos tienen su propia agenda. La manutención de los partidos asciende a $4,000 millones y francamente me parece que se encuentran en plena decadencia. Por otra parte, deben asumir la responsabilidad legal de manera solidaria por la conducta y acciones nocivas que realizan sus representantes, es decir, los partidos deben de quedar atados para reparar el daño ocasionado a las víctimas. El caso de Ayotzinapa, es un asunto típico de contubernio entre el crimen organizado y la autoridad.
Recientemente, el PAN propuso un Sistema Nacional Anticorrupción. Esta iniciativa genial, en mi modesta opinión, no resuelve de fondo el gravísimo problema de la corrupción y la impunidad, que carcome las entrañas de la Nación. Lo que realmente necesitamos y se requiere para atajar la corrupción y la impunidad es una fuerte dosis de HONESTIDAD. El ejercicio del poder público debe ser un privilegio, una vocación para servir al ciudadano. No puede ni debe ser un negocio lucrativo, en detrimento de la sociedad. Nuestra imagen cómo una Nación que vive en un estado de derecho, se encuentra seriamente dañada. Al respecto, el Presidente de Uruguay, José Mujica expresó: “México es una especie de estado fallido donde impera una gigantesca corrupción” Me duele profundamente la aseveración del Mandatario. Sin embargo, profeso fe en la nobleza y valor de la ciudadanía, que seguimos viviendo en México. Nuestra postura no ha cambiado. México es más grande que sus tribulaciones.