Por Francisco Ruiz
Tijuana BC 28 de febrero de 2017 (GT).- En una escena del filme “El Joven Juárez” (Gómez Muriel,1954), se ilustra una alegoría por demás romántica y profunda al paso del Ejército Trigarante por la capital de Oaxaca en 1821; el joven quinceañero que a la postre sería reconocido con el mote del “Benemérito de las Américas”, besa la primera bandera tricolor como muestra de su devoción por la neonata nación mexicana.
Compartí esta breve pero significativa anécdota con los niños de quinto y sexto de primaria que me hicieron el honor de acompañarme la semana pasada, en la charla que preparé especialmente para ellos con motivo del Día de la Bandera.
La experiencia fue muy grata, a pesar de ser la primera ocasión en que expuse para un público tan joven, exigente y atento, por tanto fue, sin temor a equivocarme, un gran reto para ambas partes.
Mi mayor satisfacción estriba en poder transmitir a las generaciones que nos relevarán, una pequeña muestra de nuestra vasta y emblemática identidad nacional pues soy un convencido que sólo se defiende y valora lo que se ama, así como sólo se ama lo que se conoce.
La bandera es tan solo un trozo de tela decorada , sin embargo detrás de cada fibra de su bordado se encierran las emociones, necesidades y anhelos de los herederos de la bien llamada raza de bronce.
Como parte de la charla aproveché para compartir con los pupilos uno de los más sentidos recuerdos que atesoro como resultado de mi estancia en el extranjero: ese sentimiento de orgullo e impotencia que se vive de manera simultánea al ver las lágrimas de los inmigrantes mexicanos, quienes al grito de “¡Viva México!”, celebran orgullosos su origen en la lejanía de la patria.
Y es que la migración es parte esencial del Hombre desde su origen. Tomemos nuestra propia estirpe como ejemplo: según la leyenda, los mexicas transitaron desde Aztlán hasta la gran Tenochtitlan; mientras los ibéricos, por su parte, se hicieron a la mar hasta conquistar gran parte de América, todo con el fin de ampliar horizontes para construir -y no robar- mejores condiciones de vida: valentía, trabajo y progreso.
Quienes ignoran el pasado confunden la democracia con el absolutismo y la oportunidad con la avaricia, tal vez sea porque como reza el dicho: “el león cree que todos son de su condición…”.
P. D. Las convicciones del Hombres trazan el destino de la sociedad, FR.