Baja California 8 de enero de 2017 (GT).- Ante las manifestaciones pacíficas y hechos violentos que estamos viviendo en Tijuana, Rosarito Y Tecate, es evidente que las protestas contra el “gasolinazo” son un fenómeno de carácter nacional, aunque entre nosotros tienen el agravante de la toma o bloqueo de la garita internacional de San Isidro o el Chaparral, con sus graves consecuencias.
Lamentablemente las manifestaciones pacíficas han derivado en expresiones violentas y fuera de control con fatales consecuencias para todos. El pueblo tiene el derecho a manifestarse en desacuerdo, a mostrar sus inconformidades ante la conducta o decisiones del gobierno que le parezcan injustas, pero siempre por los cauces legítimos, como son el diálogo, las protestas pacíficas, la denuncia pública, la exigencia al gobierno del cumplimiento de sus obligaciones y compromisos, hasta agotar cualquier otro recurso legítimo, evitando las acciones violentas que acaban por dañar más a nuestro pueblo, que es el que paga lo robos, destrozos y demás atropellos.
La violencia siempre engendra más violencia y enfrenta a las autoridades con su pueblo y a los ciudadanos entre sí.
Como padre y obispo me duele el dolor de mi pueblo y en consecuencia expresó lo siguiente:
Pido al gobierno que escuche el clamor de su pueblo en postración y que asegure canales de comunicación efectiva con él. Aún es tiempo de ofrecer a nuestros México un gobierno eficiente, cercano, servidor y solidario en su dolor y pobreza. Propongo que las autoridades y los especialistas, que conocen a fondo el origen, causas y condiciones de esta crisis, ofrezcan respuestas de fondo, aunque esto implique decisiones radicales de conversión y solidaridad de todos los gobernantes y servidores públicos.
Reconozco y valoro el esfuerzo de aquellos funcionarios de gobierno a distintos niveles que trabajan con empeño en el bienestar integral de su pueblo y que son constructores de paz.
Exhorto a la ciudadanía a evitar toda expresión de violencia, y a reconocer que nuestra fuerza está en mantenernos unidos en el ideal de un México mejor, sin la manipulación de partidos políticos o líderes que buscan solo su provecho. ¡El clamor de un pueblo solidario nadie lo resiste! No hace falta, pues, recurrir a la fuerza violenta.
Evitemos el enfrentamiento con elementos del ejército y policías que también son ciudadanos y quieren el bien de nuestro México, y no permitamos que grupos y personas que buscan sus intereses particulares se aprovechen de la compleja situación que estamos enfrentando. Cuando los que generan los disturbios se mezclen entre nosotros, no nos dejemos contagiar por su violencia a flor de piel y dejémoslos solos en evidencia.
Hago un llamado a todas las iglesias y grupos religiosos a que nos unamos en oración para pedir a Dios que se restablezcan el orden y la paz en nuestro Estado de Baja California y en todo México, de modo que sea visible su Reino en medio de los hombres.
Hoy, México y Baja California nos necesitan responsables en nuestro trabajo, solidarios para vigilar que nuestro gobierno cumpla sus obligaciones, y dispuestos siempre a colaborar en la construcción de la paz y el progreso de nuestra patria.