Bruselas 8 de junio de 2017 (internacional.elpais.com).- Primero fue la dimisión del ex primer ministro David Cameron tras el referéndum de hace un año. Más tarde vinieron las disputas entre duros y blandos frente al Brexit y finalmente, la convocatoria de elecciones generales.
Reino Unido lleva casi un año postergando una negociación clave para su propio futuro y para el de la UE: el divorcio de sus socios europeos.
Bruselas aguarda impaciente el inicio de un proceso que puede contaminar toda la agenda comunitaria en los próximos meses. Si no surgen nuevos imprevistos, la primera cita para empezar a negociar los términos de la separación se producirá el próximo 19 de junio.
La familia europea ha pasado ya por todas las fases anímicas tras el referéndum británico del pasado 23 de junio. Al estupor inicial le siguió un periodo de duelo, pero los excesos de la primera ministra británica, Theresa May, han acabado irritando hasta a los más fervientes defensores de Reino Unido en las instituciones europeas.
Esa perplejidad ha cristalizado en un inaudito frente común entre los Veintisiete, que se pondrá a prueba cuando arranquen las verdaderas negociaciones.
La secuencia de atentados que ha golpeado a Reino Unido en las últimas semanas ha suavizado —al menos internamente— la dureza inicial del mensaje que trasladó la dirigente británica a Europa.
May empezó alertando de que la cooperación futura en seguridad dependerá del acuerdo comercial que la UE ofrezca a Londres. A la vista de que el fenómeno terrorista trasciende las fronteras nacionales, los representantes británicos en Bruselas han indicado al resto de socios que desean encapsular la cooperación antiterrorista para desvincularla del resto de la negociación, explican fuentes diplomáticas. Está por ver que esa buena voluntad perdure una vez comience la partida.
Tras varios meses de trabajo, el jefe negociador de la UE, el francés Michel Barnier, tiene ya listos los dos primeros documentos con los que Bruselas quiere arrancar. Se trata de dos elementos fundamentales en la fase de divorcio: las condiciones de los ciudadanos más afectados por el Brexit (los 3,2 millones de europeos que viven en Reino Unido más los 1,3 millones de británicos que residen en otro país comunitario) y el ajuste de cuentas (las cantidades que Londres comprometió en el proyecto europeo y que aún no ha desembolsado).
Las propuestas definitivas llegarán al buzón de May probablemente la próxima semana, explican fuentes comunitarias. Más adelante se elaborarán otras, aunque estas dos monopolizarán todo el proceso como mínimo durante el resto del año.
Una de las principales preocupaciones en Bruselas es la falta de interlocutores al otro lado del Canal de La Mancha. Para dar la sensación de que pilota todo el proceso, May ha sugerido que será ella la responsable de discutir con Barnier. La Comisión teme que eso impida llevar la negociación a un nivel técnico. Y se preguntan si la primera ministra británica va a poder liberarse una semana al mes para instalarse en Bruselas a pactar el Brexit. El equipo de Barnier ha concebido el proceso en rondas de cuatro semanas, con una dedicada a la negociación bilateral y el resto, a intercambiar propuestas por escrito y fijar posiciones.
Ni siquiera ese esquema está claro. Londres no ha confirmado a Bruselas si acepta los métodos de trabajo propuestos. Así que lo primero será negociar cómo se negocia. Un año después, queda todo por hacer.