Por : Gilberto LAVENANT
Tijuana BC 16 de junio de 2016 (GT).- Independientemente de que aún no son válidos, los resultados del actual proceso electoral, por aquello de que el PES y partidos emergentes, han anunciado que reclamarán su nulidad, y el PRI y sus aliados, amenazan con impugnarlos, el PAN ya presume el triunfo, pero ni unos, ni otros, reconocen que fueron “arrollados” por un fenómeno.
Bueno, los datos que manejan, indican que en la contienda por la alcaldía de Tijuana, el panista Juan Manuel Gastélmun Buenrostro, queda en primer lugar, con 95 mil 341 votos. En segundo lugar el Teniente Coronel Julián Leyzaola, del PES, con 91 mil 223 votos y en tercer lugar el priísta René Mendívil, con 88 mil 261 votos.
Al margen de la controversia, generada sobre la supuesta ilegalidad de tales resultados, ni uno ni otro reconoce, ni mucho menos acepta, precisamente lo ocurrido.
Les pasó lo del chiste aquel, de quien, tirado en el suelo, todo magullado, desconcertado, apenas alcanza a cuestionar : ¿alguien vió las placas del trailer que me atropelló?
Haciendo caso omiso de tal escenario, los panistas presumen el supuesto triunfo, que los priísta no reconocen, pues afirman que es producto de trampas y triquiñuelas, y ante la advertencia de que los impugnarán, el panista Gastélum advierte, soberbio, que no está manco y les recuerda que es abogado.
A unos y a otros, les debería dar vergüenza, que fueron feamente apabullados, por un personaje, que representa un fenómeno. Similar a las triunfales campañas que en el terreno boxístico daba el legendario Cassius Clay. Rápidas y fulminantes.
Ni unos, ni otros, se imaginaban tales resultados. La larga trayectoria política de ambos, fue superada por un individuo que no es político, sino estrictamente jefe policiaco.
Un personaje, por el que los políticos no daban un cinco. Postrado en una silla de ruedas, no representaba una amenaza para el bipartidismo.
Un candidato de un partido emergente, de reciente creación, que en el 2013 participó coaligado con el PRI, sin los recursos de priístas y panistas, sin la estructura, ni el voto duro de ambos partidos. Sin las mañas y triquiñuelas de ambos “viejos lobos de mar”.
Bueno, hasta los dirigentes del PES están sorprendidos. Siendo un partido pequeño, le pelean el triunfo a los dos gandulones. Ni duda cabe que se sacaron la lotería. Le apostaron a un desconocido y les tocó el premio mayor.
¿Qué fue lo que pasó? Leyzaola no es mejor político que Gastélum, ni Mendívil. El mismo está sorprendido. Dice que nunca había participado en política, que sabía que todo estaba sucio, pero que nunca se imaginó cuánto.
Sin tratar de descalificarlo, Leyzaola es solamente el personaje favorecido con un fenómeno social. Su discurso, es monotemático y pragmático. Esta centrado exclusivamente en el ámbito de la seguridad púbica y su discurso se reducía en anunciar que ya había metido a los malandros a la cárcel y que ahora pretendía sacarlos del gobierno.
Es obvio que los electores tijuanenses, se imaginan que si Leyzaola llega a ser alcalde de Tijuana, como por arte de mágia, acabará con la violencia y la inseguridad pública.
No entienden, que son muchos factores, los que generan la violencia y la inseguridad pública, muchos de los cuales no están al alcance de un alcalde. Desempleo, pobreza, falta de oportunidades de estudio.
Los votos a favor de Leyzaola, evidencian que es real el hartazgo de los electores hacia los políticos tradicionales. Contra el voto duro de priístas y panistas, la disidencia fue suficiente, para hacer temblar al bipartidismo.
Leyzaola captó o capitalizó, el repudio ciudadano, que reclamaba candidatos ciudadanos. Esto, porque la figura de las candidatura ciudadana, fue usurpada por vividores de la política, disfrazados de ciudadanos o independientes. No lograron engatusarlos.
Cabe advertir, a quienes insisten en la posibilidad de anular este proceso electoral, que en caso de repetirlo, que en caso de convocar a elecciones extraordinarias, sin duda alguna el triunfo de Leyzaola sería inobjetable. No porque Leyzaola reúna las características del gobernante que reclaman los tijuanenses, sino porque representa el fenómeno del repudio social hacia los políticos tradicionales.
Como jefe policiaco, a los malandros los trataba a patadas y malas palabras. Mugrosos, les decía.
Sus “modales” de jefe policiaco, no son propios para la alcaldía de Tijuana. Ni siquiera para con los supuestos malandros y malos elementos policiacos. Sobre aviso, no hay engaño.