Los perredistas

Por : Gilberto LAVENANT

Tijuana BC 11 de abril de 2016 (GT).- Como si no fuese suficiente el descrédito y el repudio, los militantes de lo que queda del PRD, el pasado fin de semana, en Mexicali, protagonizaron un escándalo, bochornoso y denigrante, propio de maleantes.

Las crónicas periodísticas, refieren cómo, quienes se ostentan como propietarios de las siglas partidistas en Baja California, asaltaron a un representante del Comité Ejecutivo Nacional, y lo agarraron a patadas y mordidas, tratando de impedir que registrara, ante la autoridad electoral, a los candidatos a munícipes y diputados, designados desde el centro del país, por parte de dicha organización.

No los mueve, definitivamente, no hay duda de eso, el interés por servir a la comunidad. Los guía la codicia, el apetito por el dinero público, destinado como prerrogativas para los partidos políticos y lo que perciben de dieta o sueldo, en el cargo de legisladores.

Cuentan, que fue un verdadero zafarrancho. El registro de candidatos se cerraba a las 12:00 de la noche. El Comité Ejecutivo Nacional del PRD, había dejado sin efecto el proceso de selección interno, organizado por el dirigente estatal perredista, Abrham Correa Aceves, con un descarado manoseo.

El robo de urnas e incluso un lesionado con arma de fuego, fue suficiente para proceder a dejar sin efecto el proceso interno de selección.

Por lo tanto, el CEN del PRD tomó el acuerdo de designar cabdidatos en el centro del país, enviando la lista con un representante especial.

Enterados de esto, los perredistas encabezados por Correa, decidieron apostarse en las inmediaciones de las oficinas del Institui Estatal Electoral, para impedir que el enviado del CEN del PRD cumpliera con su cometido.

Y así lo hicieron. En cuanto llegó a las oficinas electorales, lo agarraron por asalto y, a patadas y mordidas, lo bloquearon, para que no procediera a registrar a los candidatos oficiales, procediendo ellos a registrar a quienes pretendían beneficiar, con la fallida elección.

Al final de cuentas resultó que fue un mero simulacro, pues en tanto que el enviado del CEN era asaltado, otro enviado efectuaba el registro, en tiempo y forma, además de que procedía a entregar oficios, mediante los cuales se procedía a cambiar a los representantes perredistas ante la autoridad electoral, a fin de que no tuviesen facultades para intentar el registro de candidatos.

En sus mejores momentos, cuando Andrés Manuel López Obrador, era parte de su capital político, el PRD llegó a ser la segunda fuerza política en el país.

Cuando “El peje” decide crear supropio partido, el PRD descendió feamente en las preferencias electorales, casi al punto de desaparecer del panorama político nacional.

En Baja California, el perredismo es casi inexistente. Los que aún se cobijan bajo sus siglas, tratan de seguir disfrutando de sus beneficios, al grado de que llegan a actuar como verdaderos delincuentes.

Podría decirse, que hay muchos políticos, que descaradamente se han dedicado a saquear las arcas públicas, como delincuentes, sin que sean sancionados por ello. Y es cierto, pero al menos tratan de cubrir las apariencias. Cual si fuesen “delincuentes de cuello blanco”.

Pero eso de llegar a los golpes, de comportarse como malandros, ubica a los perredistas, en el más bajo nivel de la política. La sentencia del juicio de los electores, se reflejará en los resultados de los comicios de junio próximo.

Tales hechos, obligan a endurecer la legislación electoral, para sancionar severamente a los protagonistas de tales hechos. Sobre todo, para impedir que individuos sin escrúpulos y con objetivos de rapiña, constituyan partidos políticos.

Quizás elevar la exigencia del porcentaje de votación mínima, para conservar el registro. Actualmente, con triquiñuelas, logran cumplir con las exigencias vigentes, lo que les permite seguir viviendo del erario público, como viles zánganos.

A quienes incurran en actos delictivos, deshonestos o agresiones en contra de terceros, se les debe vetar para el ejercicio político.

La democracia cuesta cara, y es necesaria, pero no por ello se deben tolerar este tipo de actos bochornosos y denigrantes, que solamente desalienten aún más a los electores.

Por el momento, aunque les duela, hablar de perredistas, es referirse a lo más bajo de la clase política de México.

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