Violó México Norma Ambiental en el marco del TLCAN

Tijuana, B. C., a 28 de mayo de 2017 (GT).- Hoy los Residuos Peligrosos Biológico Infecciosos (RPBI), como los generados en hospitales, se mezclan con la basura común y ponen en riesgo la salud de la población, debido a la falta de presupuesto para garantizar su manejo adecuado y a que la normatividad mexicana se volvió más permisiva.

Así lo remarcó José Carmelo Zavala Álvarez, director del Centro de Innovación y Gestión Ambiental (CIGA), afirmando que desde 2003, la NOM 087 se desreguló, se relajó, en contra los criterios del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), que prohíbe que los estándares ambientales de un país firmante disminuyan.

Explicó que la NOM 087, creada en 1995, se revisó 8 años después, modificando los criterios de clasificación, a tal grado que hoy, por ejemplo, el material de curación, como podría ser una gasa, es RPBI solamente si gotea sangre, lo que resulta absurdo, puesto que ello supondría que exprimirla es un tratamiento que elimina la característica infecciosa.

“Los médicos y enfermeras no lo consideran así y se protegen usando guantes, lentes y cubre bocas en su manejo, pero esto permite a la administración de los hospitales disminuir los RPBI y ajustar la realidad al presupuesto disponible, con el riesgo que esto supone para la salud de la gente; es una paradoja, pero el sector salud aumenta el riesgo de salud en la población, al mezclar RPBI con basura común”, criticó.
Recordó que aunque la Ley de Metrología y Normalización obliga a actualizar las NOM cada 5 años, esto rara vez se cumple; agregó que en la primera NOM 087, la proyección inicial de generación de RPBI fue de kilo y medio por cama al día, pero fue una sobrestimación, pues en realidad nunca llegó a medio kilo y aun así la norma se relajó.

Zavala Álvarez explicó que dentro de los residuos peligrosos, los biológico-infecciosos tienen particularidades, pues su peligrosidad no depende de la cantidad de kilogramos, sino de sus características; por ejemplo, un kilo de ántrax, esporas que físicamente asemejan polvo blanco, puede matar más gente que una bomba con potencia de 10 kilotones.

“El mal empleo de unas gotas de toxina de botulismo puede ser letal, porque el botox usado para fines estéticos es de los productos biológicos más tóxicos del mundo, capaz de tensar los músculos, paralizar el sistema respiratorio y causar la muerte por asfixia; no quiero ser alarmista, pero la guardia en estos temas debe mantenerse en alto, no puede bajarse por criterios presupuestales”, enfatizó.

Precisó que los RPBI tienen su mayor generación en el sector oficial, especialmente en instituciones como el IMSS, ISSSTE, ISSSTECALI y la Secretaría de Salud, dado que son residuos derivados de la atención médica y la investigación, tales como sangre, partes anatómicas de cirugías, material de curación, bisturí, agujas, vacunas caducas, etcétera.

Recordó que aunque esas instituciones participaron en la elaboración de la NOM 087, la administración fue sorprendida sin partida presupuestal para su manejo, un obstáculo que persiste parcialmente; por ello, la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente, en alianza con consultores, lanzó un programa de regularización voluntario con éxito local.

Una alternativa, opinó, para el caso de microgeneradores de residuos peligrosos, como los consultorios dentales o médicos, cuya inspección y vigilancia no están debidamente cubiertas por la Profepa y la Cofepris, es que colaboren los gobiernos municipales y estatales, mediante convenios con la Semarnat que la ley ya prevé y que aún no existen.

“Los RPBI se hicieron famosos por los actos bioterroristas de ántrax en Estados Unidos, que generaron medidas de seguridad extremas, como la instalación de máquinas de rayos ultravioleta para esterilizar la correspondencia, pues gran parte del flujo económico se daba con cheques por correo; también crearon regulaciones para alimentos de importación”, dijo.

Añadió que otra preocupación mundial, no atendida lo suficiente en el ámbito local, son las cepas resistentes de microorganismos, las llamadas “supercepas”, que son mutaciones genéticas por el uso de antibióticos en hospitales y en la producción de alimentos, como las que permiten que el ganado y las aves crezcan más rápido.

“La estimación de la Organización Mundial de la Salud de muertes incurables por los antibióticos actuales en enfermedades comunes, es de entre 10 y 15 millones de personas en el 2050, es un futuro siniestro; recientemente, aunque solo unos años, en México se reguló el uso de antibióticos, pero la cultura no cambió y siguen usándose mucho”, indicó.

Los residuos generados en un hospital, explicó, son el vehículo para que supercepas se propaguen en la población; al mezclarse estos residuos con la basura común, se pasean por la ciudad en los camiones recolectores, dejando en las calles líquidos contaminados que, en el mejor de los casos, llegan a un relleno sanitario, donde su separación manual pone en riesgo a pepenadores y, en consecuencia, todos estamos expuestos al riesgo.

“Este es un tema que tenemos oportunidad de corregir ante la inminente revisión del TLCAN, porque el medio ambiente de Norteamérica debe considerase como un solo ecosistema que interesa a los ciudadanos de los tres países, debe existir una visión de conjunto, que vaya más allá de lo nacional”, consideró.
Seguro, finalizó Zavala Álvarez, es una tarea difícil de manejar por las jurisdicciones legales de cada país, pero más importante se vuelve el papel de la participación social de los ciudadanos de Norteamérica, como reza el eslogan del Consejo Consultivo Público Conjunto (CCPC) de la Comisión para la Cooperación Ambiental (CCA).

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